domingo, 18 de septiembre de 2011


Quienes fueron los "Barbaros" que destruyeron el imperio Rojo?
Curiosamente, el imperio que supo edificar Independiente a lo largo de su historia, empezó a derrumbarse con la salida del trono de su Rey. Cuando Ricardo Bochini anunció su retiro de los campos de juego, mágicamente, los duendes de la gloria y el éxito empezaron a despedirse lentamente de Avellaneda. Y con ellos se fueron los restos de sentido común y decencia de quienes llegaron a conducir los destinos del club.

Por entonces, principios de la década del `90, el presidente del club era Horacio Sande, el hijo de uno de los hitos dirigenciales que había tenido Independiente en su historia contemporánea: don Hermino Sande. Pero éste no había heredado ni la astucia, ni la habilidad, ni el criterio de su padre.

Su conducción inició la debacle que había manifestado sus primeros coletazos en la anterior presidencia de Pedro Iso, cuando el Indio Jorge Solari y su cuerpo técnico habían cometido algunos excesos avalados por el entonces vicepresidente Atilio Di Pace.

Con Sande se produjeron las primeras renuncias masivas de comisión directiva. El vicepresidente Pablo Baltaian pegó el portazo inicial tras una desprolija venta de Alfaro Moreno a España y lo siguieron el tesorero Julio Santuccione y varios otros miembros de comisión que dejaron al club en manos de un inexperto Sande y un Rubén Forcinitti, quien asumió como tesorero. Al poco tiempo, Sande y Forcinitti se paseaban por Avellaneda con sendos Honda Accord 0 km, con patente correlativa.

Bochini había dejado de jugar y se organizó un partido homenaje con el que le iban a pagar la deuda que el club tenía con él; lo que sobraba sería un premio a su trayectoria. Pero no sobró nada. Se recaudó justo lo que le debían, pese a que el estadio mostraba una multitud de no menos de 50.000 personas. Sande, más tarde, dio explicaciones públicas sobre la notable diferencia entre espectadores y recaudación: "Se colaron 20.000 personas".

Si le habían robado a Bochini todo se podía esperar de ahí en adelante. El Bocha fue nombrado director técnico en dupla con Carlos Fren pero los mejores refuerzos que le llevaron fueron el paraguayo Ramón Hicks (de 32 años y 97 kilos) y Alejandro Nannini (un ex futbolista). "No hay plata para más", le dijeron. El ídolo llevó adelante una campaña aceptable pero fue despedido "por bajos rendimientos del equipo".

Entonces asumió Pedro Marchetta, un confeso hincha de Racing al que le compraron un equipo entero. Entre esos refuerzos estuvo el paquete que acercó el empresario Settimio Aloisio con porcentajes de Cagna, Perico Pérez, Mahía y Mohamed.

MAS PELEAS

El pasivo de Independiente empezó a crecer en cifras millonarias. Para la elección siguiente fueron en busca de nombre intachable de la Lista Roja como Jorge Bottaro (hijo de Carlos, otra leyenda del club). Por entonces, la Agrupación Independiente que postulaba a Néstor Rojo, no pudo presentarse porque le impugnaron su lista de candidatos "por no haber sido presentada a tiempo". Otro político opositor que estaba ganando crédito y respeto entre los socios, Abel Espósito, falleció trágicamente en un accidente automovilístico.

Bottaro fue elegido presidente. Lo acompañaron en la fórmula e escribano Alberto Fernández Arsuaga y el ex presidente de Arsenal Héctor Grondona, hermano del titular de la AFA. El se hizo cargo del departamento de fútbol y fue el responsable de contratar a Miguel Angel Brindisi como entrenador.

El club tambaleaba, pero por inercia de la gloria que lo había acompañado hasta entonces, tuvo mística y energía para seguir sumando estrellas en su vitrina internacional. Después de ganar el Clausura `94 obtuvo su derecho para jugar y ganar la Supercopa de ese año (derrotando a Boca con el gol de Rambert por arriba del cuerpo de Navarro Montoya en la demolida Doble Visera) y también la Recopa, contra Vélez en Japón (gol de José Tiburcio Serrizuela).

Pese al éxito, los celos, los intereses y la competencia interna, dominaban la escena. Brindidi y Grondona habían tenido luz verde para incorporar al plantel refuerzos impresentables de la talla de Orlando Maturana o Tony Gómez. Hubo cuestionamientos, peleas y Brindisi renunció sin dar los motivos.

Grondona quiso contratar a Marcelo Bielsa pero Fernández Arsuaga lo boicoteó. Grondona renunció como presidente del departamento de fútbol y en su lugar apareció el ex presidente Pedro Iso. Arsuaga se hizo cargo de las operaciones. Entonces contrataron como técnico primero al uruguayo Gregorio Pérez y después al Zurdo Miguel Angel López, vieja gloria del club pero con muy poco crédito para dirigir al equipo. Encima, lo obligaron a desistir de su ayudante de campo el Polaco Czemenewicz para ponerle a su lado a Humbertito Grondona (hijo de Julio, sobrino de Héctor).

El Zurdo López fue muy resistido. Así y todo logró conformar un equipo sólido y muy generoso que logró alzar la última copa de la historia de Independiente con una hazaña: dar la vuelta olímpica en el legendario Maracaná, cuando se coronó campeón de la Supercopa `95.

El equipo, pese a ello, había debilitado su promedio en el torneo local. El Zurdo López renunció y se produjo lo que la cúpula de Lista Roja pretendía: que Humbertito Grondona quedara como técnico. Pero no fue por mucho tiempo; los plateístas no olvidaban un corte de manga que el ex técnico de Racing les había hecho y, en el marco de los magros resultados, debió alejarse.

Bottaro, Arsuaga e Iso debieron tomar una medida de emergencia. Sus figuras se debilitaban ante la mirada pasiva de un Héctor Grondona decidido a presentarse en las elecciones internas de Lista Roja.

EL "GRAN HERMANO" (HECTOR GRONDONA)


Independiente corría serio riesgo de descender. Contrataron a César Luis Menotti quien logró renovar la expectativa, revalorizó a todo el plantel y devolvió alegría a los hinchas. Sin embargo, los socios no perdonaron a la conducción por los errores anteriores y Héctor Grondona ganó primero las eleccione internas y luego fue elegido presidente del club.

No arrancó bien. Incómodo con el éxito del técnico elegido por sus enemigos políticos hizo todo lo posible por obligar a Menotti a elegir un nuevo destino. Un receso en el fútbol local, a cuatro fechas del final del Clausura `97 y después de una fabulosa goleada por 6 a 0 de Independiente ante Colón en Santa Fe, significó el final del proceso. El equipo se relamía con la posibilidad de salir campeón pero Grondona le anunció a Menotti que estaba obligado a vender a Acuña, Calderón y Matute Morales (piezas clave de aquel equipo) y el técnico entendió el mensaje y decidió aceptar la oferta de Sampdoria de Italia.

Grondona contrató como técnico al Tigre Gareca, quien poco tiempo atrás se había retirado del fúbtol jugando para Independiente. El equipo perdió ese torneo con actuaciones lamentables (hasta perdió con Huracán de Corrientes en Avellaneda) y el clima hostil creció.

Las operaciones que realizó Grondona de ahí en adelante fueron vergonzosas. Desde la compra del Gomito Christian Gómez a Nueva Chicago (el club de Mataderos vendió el total del pase una semana antes a Cyterszpiller en 200.000 dólares e Independiente compró sólo el 60 por ciento en 600.000 dólares), pasando por las adquisiciones de Arístides Rojas, Sebatián Pena, Wilmer Cabrera y Luis Guadalupe, entre otras incorporaciones millonarias, hasta llegar a las transferencias de Calderón o de Matute Morales, en la que participó como intermediario con derecho a comisión una curtiembre en bancarrota pasó de todo. Incluídos los muchísimos convenios que se firmaron en divisiones inferiores (uno de ellos cediéndole el 50 por ciento de los derechos económicos de Matías Vuoso al ahora empresario Carlos Manuel Morete, quien se quedó con dos millones de dólares cuando el delantero fue transferido).

El ocaso de Héctor Grondona llegó cuando intentó incorporar al club a Roberto Dromi, un nefasto personaje de la era menemista, quien llegó con una propuesta innovadora para construir un nuevo estadio. A Grondona no lo salvó ni su desesperada decisión de ir a buscar de nuevo a Menotti ni su último manotazo reconciliándose con Enzo Trossero para nombralo entrenador (el DT había borrado a su hijo Gustavo cuando jugaba en Huracán), ni rodearse con la capa protectora que buscó al contratar a figuras muy queridas como Bochini, Clausen y el Luly Ríos para las divisiones inferiores.

Una alianza encabezada por Pedro Iso y a la que acompañaban dirigentes de otras época como Roberto Galano y Hugo Tortonese, jóvenes con empuje como Andrés Ducatenzeiler y el apoyo del exitoso empresario Daniel Grinbank, se transormó en la nueva esperanza.

Los cortocircuitos no tardaron en llegar. Fernández Arsuaga, quien integraba la comisión como un inocente revisor de cuentas, pretendió manejar todo desde las sombras y el gobierno no tardó en resquebrajarse ante la solidez de nuevos fracasos. Osvaldo Piazza fue la cara deportiva de uno de ellos, acompañado de una nueva camada de refuerzos impresentables como el chileno Rozental o el paraguayo Estigarribia (sólo por nombrar a algunos).

Pedro Iso -ya sin las fuerzas de otros años- quiso resistir a las crítica por culpa de quienes tomaban las decisiones. Grinbank se alejó y, más tarde, Iso renunció a la presidencia humillado por un escrache organizado por socios encolumnados detrás de la creciente figura de Ducatenzeiler, un vendedor de libros integrante de una rama de la barra brava del club.

LA ÚLTIMA ALEGRÍA

Junto a Iso se fueron Arsuaga y todos sus aliados. Galano quedó al frente de club. Grinbank volvió a colaborar y asumió una función activa al frente del fútbol. Eligió los refuerzos (Montenegro, Insua, Silvera, Guiñazú, Pusineri) y al entrenador para hacer frente (una vez más) al debilitado promedio para el descenso y encarar el Apertura 2002. De la mano de Américo Gallego Independiente volvió a ser campeón.

Andrés Ducatenzeiler arrasó en las elecciones de noviembre de noviembre de 2002 y quedó al frente de un club campeón, con socios que reovaban su confianza, un plantel jeraquizado y clasificado para las siguientes competencias internacionales. Tenía todo a su alcance para convertirse en una especie de salvador del club. Pero, incomprensiblemente, eligió el camino equivocado.

Tardó muy poco tiempo en despilfarrar toda la gloria y el potencial económico que había heredado. Encandilado por las luminarias contrajo pronto una deuda de 200.000 pesos en el casino flotante la que al poco tiempo canceló con los cheques de Taranto, la firma que sponsoreaba la camiseta.

Hizo desastres con la economía del club abriendo kioscos en todas las dependencias y abriendo la caja chica con erogaciones de varios miles de pesos por día. Rodeado de dirigentes inescrupulosos como Fernando González, Fernando Sciaccaluga, Héctor Ucar y Daniel De Vitis, dio rienda suelta a la incorporación de 38 jugadores (como Sergio Manoel, Alberoni, el Turu Flores, Tavio, Benito y otros) con los que se cometieron todo tipo de desarreglos. Cristian Castillo, por ejemplo, fue obligado a firmar que había cobrado los 200.000 dólares de su préstamo cuando sólo cobró la mitad; a Tavio le hicieron lo mismo y así con muchos de los que quisieron cobrar algo de lo que les habían prometido. El club pagó íntegramente lo que acordó, pero muy pocos lo cobraron... mucho dinero fue a bolsillos ajenos.

El paso de Oscar Ruggeri sumó más fracasos. Lo mismo que pasó con Osvaldo Chiche Sosa y todos los interinatos en los que tipos del club tuvieron que poner el hombro. Ni siquiera las millonarias ventas de Milito, Forlán y Vuoso alcanzaron para equilibrar el desastre.

LA ERA "COMPARADA"

Cuando la figura de Ducatenzeler tambaleaba y osclaba entre la renuncia y un neuropsiquiátrico, apareció en escena un empresario vinculado a la opoisición: Julio Comparada. Asumió una función especial y empezó a manejar el fútbol de club, al tiempo que se empezó a contemplar la posibilidad de adelantar las elecciones.

Comparada puso cara de "acá llegué para poner orden", pero lejos de castigar a Ducatenzeiler, se mantuvo a su lado. Lo alojó en sus oficinas y manejaron juntos muchas operaciones. En esa etapa falleció el Pato Pastoriza (quizás afectado por las atrocidades que estaba viendo) y siguió el descalabro.

Se aprobó un balance vergonzoso y de manera increíble. La mayoría votó en contra pero Sciaccaluga (en uso de la presidencia) contó los votos como quiso ante la presencia de toda la prensa nacional, testigo de una asamblea bochornosa. Quedó abierto el camino a la renovación de autoridades.

Comparada armó una fórmula con viejos personajes ligados al fracaso reciente del club como Atilio Di Pace, y sumó a otros que habían trabajado para la aprobación de ese balance que le permiiría acceder a la presidencia: Boris Lisnovsky (actual vice segundo) y, obviamente, Sciaccaluga (asesor).

Claro que había que asegurar el triunfo en las elecciones. Para ello, de una manera provocativa, se le impidió a los dirigentes Héctor Valcarce y Carlos Bandrés (dirigentes disidentes del gobierno de Ducatenzeiler) presentarse a las elecciones. Estos dirigentes se iban a presentar en la agrupación Gente de Independiente, pero para dejarlos sin esa alternativa, Comparada obligó a esa alternativa electoral fuera utilizada por una fórmula encabezada por ¡Ducatenzeiler!!!! sí, el mismo que estaban expulsando del club.

Comparada ganó apretadamente las elecciones ante el candidato opositor de Lista Roja Noray Nakis y, desde entonces, lo que se conoce. Más de lo mismo.

Dispuesto a afianzarse en el poder llevó al club a una convocatoria de acreedores en el que se detectaron al menos 50 millones de pesos de deuda inexistentes, pero nunca se sancionó a ningún ex dirigente, ni siquiera con la pena que reclama el estatuto para inhabilitarlos para ejercer cargos de comisión directiva.

Después se vendieron jugadores como Nicolás Frutos (a la mitad de un torneo que Independiente podía pelear), con la excusa de que habían sido presionados por los inversores que habían comprado al delantero. Claro, uno de los inversores era el propio Comparada.

En lo que va de su mandato, además de haber tirado abajo el estadio sin tener el dinero para volver a levantarlo, incorporó a 60 jugadores (entre ellos Culio, Leyenda, Barijho, Armenteros, Luna, Ramirez, Toti Rios,por nombrar sólo a algunos).

Vendió a Agüero en 15 millones de dólares por el 90% mas una plusvalia del 20% sobre EUROS 18.000.000.- (se cobraron documentos e 4,5 millones que fueron adelantados en la financiera de Di Pace a cambio de una comisión de 900 mil dólares) en medio de un intento de transferencia a Manchester United donde Karl Rumenigge denunció un pedido de coima, en una maniobra que, según Comparada "fue planeada por Rumenigge para desprestigiarlo", como si el alemán tuviera la menor idea de quien es Comparada. Después, se publicó una carta con la disculpa del Kaiser quien, de todas maneras, no negó que el pedido de cometa haya existido. Sólo desligó a Comparada de ese trámite.

Muchas otras cosas pasaron y siguen pasando mientras Independiente se desangra. Sin estadio, sin equipo y sin hinchas que se quejen (la barra se convirtió en la ONG Nuevo Horizonte y cobra al Club por la seguridad en el estadio y es evidente que el convenio es no insultar), la historia se sigue escribiendo.

Ya no hay oposición. El grupo de Moyano (Hugo y Pablo) fue alejado del club y llevado a las filas de la Agrupación Independiente, manejada por gente que responde a Comparada. De esa manera controlan a un sector que entregó muchos votos en las últimas elecciones. La Lista Roja se debate entre las figuras de su fracaso en la historia reciente que ofrecen pocas alternativas y otros de la línea de Bottaro, Iso, Callisti y Baqueiro que se han empezado a reunir pero parecen cansados para la batalla dura.


Fuente : Independientecrece

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